tresmezcales

Friday, July 22, 2011

La Morena

Aún recuerdo el día… creo que me acababa de acostar después de haber pasado una noche de esas de “músico” al estilo Valencia, mucho de todo y hasta muy tarde… o hasta muy temprano, según se quiera apreciar. Acaba de amanecer, el cielo apenas había pasado de azul oscuro marino a azul plúmbago casi transparente, ese que dura sólo unos pocos minutos antes de que el sol salga por completo e ilumine tu cara antes de la clase de las 7 de la mañana. Tocaron a la puerta; quién podrá ser a ésta hora de la madrugada? Se habrán equivocado, nadie viene a estas horas de la mañana a tocar la puerta. Cuando abrí la puerta era ella, La Morena, parada en la puerta, con una chamarra color camello y forro de borrega, con el pelo abundante suelto negrísimo, los ojos muy abiertos y muy negros una sonrisa toda dientes (blanquísimos) tan pronto abrí la puerta y la vi ahí parada, tan bonita como siempre. Se abalanzó en mis brazos diciéndome “no me sueltes, no me sueltes… y al mismo tiempo su semblante cambio a ser parecido ala de la virgen Dolorosa, las lágrimas le salían a borbotones de sus ojos negros negrísimos, la voz se le quebraba amargamente y sólo decía “no me sueltes…” yo hice lo que casi todo buen amigo hubiera hecho en un caso así; la abracé lo mas fuerte que podía, sin preguntarle por que, la abrace por muchos minutos, podía sentir como sus lágrimas mojaban mi pecho y como las lagrimas iban dejando surcos por su cara y formaban ríos que comenzaban en mi hombro y bajaban hasta el piso… rodaban escaleras abajo y se perdían por el cubo de la escalera… Yo no la solté.

La Morena estaba transplantada en un país que no era el suyo, persiguiendo y anhelando un amor que creía verdadero y eterno… y al caer en la cuenta de que ningún amor es verdadero y/o eterno se quebró… y se perdió. Necesitaba algo que la jalará por los pies, la amarrará de la cintura y le diera un norte, un norte a su vida que acababa de romperse en mil pedazos y que caían al vacío a una velocidad aterradora. Necesitaba que alguien conocido la sostuviera, que no la dejaran caer al vacío como habían hecho con su corazón momentos antes del amanecer.

No me sueltes… No me sueltes... No me sueltes... No me sueltes... No me sueltes... No me sueltes…

Es como el globo de helio… pero en vez de flotar al cielo… te vas de picada al suelo y te vas empequeñeciendo y nadie te ve… necesitas que alguien te sostenga… que alguien te dé un norte, por que gracias a tu estado has perdido el sentido y no sabes donde es arriba, dónde es abajo, donde es dentro, donde es fuera… no sabes donde estás, solo sabes que vas cayendo…

cayendo…

cayendo…

cayendo…

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